Miguel Mainar

La pintura abstracta de Miguel Mainar obedece a un impecable entramado sin barreras para profundizar en un toque misterioso, que se desprende para estallar entre ámbitos geométricos e insinuaciones simbólicas.

 

 

Nuestros artistas

El camino a la investigación de la mística interior

Miguel Mainar nace en Zaragoza el año 1949, con estudios en la Escuela de Arte, 1963-1969, Dibujo, Modelado, Pintura y Decoración. Muy pronto emprende dos viajes cual trascendente periplo hasta 1986. Tras su licenciatura en dibujo y Pintura, por la escuela Superior de Bellas Artes de París, 1974-1979, Miguel Mainar comienza una abstracción geométrica con énfasis en blanco y negro.

En 1981, con 32 años, Miguel Mainar decide vivir en Argelia, país del que guarda un recuerdo imborrable al vivir en un oasis con palmeras y habitado por el que pasaban caravanas, inicia los grandes formatos en colores puros sobre papel, así como la incorporación de arenas, grafito y plomo.

Con 32 años

El retorno a España de Miguel Mainar, es inevitable. En 1987 fija residencia en Ipiés (Huesca), sobria e intensa aldea medieval de piedra, eco de aquel oasis argelino, en medio de un extraordinario paisaje. Siente la buscada tranquilidad. En y desde Ipiés realiza nuerosas actividades culturales, tan acompañadas por la permanente evolución de su obra pictórica.

El papel como soporte protagonista adquiere total relevancia en obras que son abstracciones geométricas con énfasis en el cuadrado y, a veces, con rescoldos figurativos tipo insinuaciones arquitectónicas, siempre mediante un tono espiritual de gran hondura y colores muy variados con predilección de sepias y tonos claros. Desde el año 2000 hasta el presente 2010, abandona, salvo excepciones, cualquier sugerencia figurativa y el papel se queda como único soporte, al que incorpora pigmentos de colores oro, plata y óxidos.

El propio pintor comenta que, en el año 2000, surge el camino a la investigación de la mística interior, expresada a través de las referencias filosófico-cristianas de mi origen y la cultura musulmana que viví durante siete años. Obras que a veces, tienen alguna referencia figurativa, como una huella humana, algún vegetal o la cruz como símbolo cristiano.

Estamos ante abstracciones geométricas, incluso en ocasiones arabescas, mediante el prodominio de cuadrados, rectángulos y algún círculo, que se enriquecen con exceptionales texturas, veladuras y áreas difusas, temblorosas, para enfatizar en ese singular tono espiritual y misterioso con diversa carga simbólica, muy potenciado por cierto delicado movimiento en muchas de sus obras. Cuadros que laten para vibrar con la suavidad del sueño buscado.

Artista, en definitiva, con un proceso creativo coherente, sin fisuras, muy personal, al servicio de su indiscutible autenticidad, como fusión intachable entre sentimiento e idea pintada.